domingo, 5 de septiembre de 2010

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Iñaki Egaña Historiador

La cadena de mando

Rememora Egaña los tiempos en que, tras la quema de Donostia por parte de las tropas inglesas, las pocas casas que quedaron en pie fueron utilizadas para alojar a los oficiales españoles y sus familias. Los «supervivientes del horror», expulsados de sus casas, se alojaron en la cárcel, único lugar vacío, e incluso de allí fueron desalojados por orden del gobernador militar español de Gipuzkoa. La preocupante conclusión del artículo no es otra que «la cadena de mando» sigue vigente.

Hace unos días hemos recordado en Donostia el 197 aniversario de la quema de la ciudad por una horda de soldados ingleses ebrios que, dirigidos por generales ilustres de salones y clubes del Londres chic, hicieron buena la orden de un fanático militar español, Javier Castaños, que vengó de esa manera su animadversión hacia todo lo vasco. Los ingleses no tuvieron que tomar clases especiales para saquear y violar a su antojo, ya que llegaban del subcontinente hindú donde habían saqueado y violado a su antojo. Un ejército colonial de exterminio, racista, con mayor pedigrí que la Wehrmacht.

Lo injusto de la historia ha quedado reflejado en este episodio, de manera palmaria, donde los verdugos han sido recordados con vehemencia a través de monumentos en Westminster, calles en Portugalete e incluso un cementerio en Donostia, en el que reposan los restos de aquellos ingleses y de los que les precedieron defendiendo la causa liberal en la Primera Guerra Carlista, como si una cuerda extensa quisiera desterrar lo efímero de la vida y su recuerdo.

Las mujeres y las niñas que fueron violadas y sus vientres atravesados por bayonetas empapadas en ron ni siquiera tuvieron un nombre. El juez que hizo de testigo de aquellos hechos no se atrevió a transcribir su apellido por temor a mancillar el recuerdo de sus padres o, llegado el caso, de sus hijos. No hay peor humillación que perder la honestidad de semejante manera.

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