"Le entrego mi casa y déjeme en paz"
Hasta ahora era una lucha de David contra Goliat, el ciudadano de a pie contra las instituciones financieras "y contra el Estado, que es quien permite que esto esté pasando en España".
Kaos. Laboral y Economía | El economista | Hoy a las 10:07 | 68 lecturas
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Olvidarse de la casa, cerrar la puerta a un sueño convertido en pesadilla y volver a empezar de cero. Eso es lo que le gustaría a Pedro, a Lucía, a Teresa, a Javier y a tantos y tantos miles de personas que viven con el miedo en el cuerpo, con la angustia de perder su vivienda por la que tanto han luchado.
Entregar su casa y quedarse en paz, al menos con los bancos. Pero no siempre es así.
"Cierras la puerta, pero te llevas en la maleta una deuda que arrastras para toda la vida", dice José Coin, uno de los afectados por el impago de hipotecas. Hasta ahora, poco o nada había que hacer, era una lucha de David contra Goliat, el ciudadano de a pie contra ese gigante que son las instituciones financieras "y contra el Estado, que es quien permite que esto esté pasando en España", explica Francisco José Bayo, que ha tenido que refinanciar su deuda de 20.000 euros que le asfixian y ya no puede pagar.
Con nombres y apellidosPero hoy esa lucha titánica puede tener un final inesperado gracias a una sentencia de un juzgado de Navarra en contra de que se ejecuten los embargos por impago o a que un magistrado haya elevado al Constitucional la legalidad de esta normativa "inconstitucional", apuntan desde la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH).
"Por fin nos han empezado a escuchar", insisten desde Adicae, la asociación de usuarios de bancos, cajas y seguros, que cuenta ya con miles de firmas y escritos sobre la mesa.
Pero tras los papeles de estos colectivos, y también ahora de ayuntamientos, consumidores, sindicatos, organizaciones políticas y hasta jueces, hay nombres. Mucho nombres. Se calcula que este año podrían perder su casa 300.000 personas, que se suman a los que la crisis ya ha dejado en la calle. "Hablamos de más de un millón de personas en sólo cuatro años", aclara el secretario general de Adicae, Fernando Herrero.
En elEconomista rescatamos cuatro nombres que valen por ese millón, por lo que cuentan, por lo que viven, por lo que hay detrás. "Gente trabajadora, que siempre hemos cumplido religiosamente con nuestros pagos y queremos seguir haciéndolo. No pedimos limosna, sólo que nos escuchen", explica impotente Teresa Riquelme.
Murciana, 30 años, dos pequeños, un marido camionero asfixiado por la crisis y una orden de embargo para el próximo 24 de marzo. Empieza la cuenta atrás. Las maletas están ya hechas y sólo están esperando el momento.
En 2007, Teresa y su marido Pedro Rubero recibían las llaves de su piso, un pequeño adosado en La Torre de Cotillas (Murcia). Pero no hubo tiempo para disfrutar ni de las llaves ni de la decoración. "Las desgracias", dice, llegaron juntas.
Al mes de estrenar la casa, Teresa perdió su trabajo en un taller de calzado, a la vez que la empresa de su marido empezaba a ahogarse, una compañía de transporte con tres camiones montada hacía sólo dos años. La crisis pudo con el negocio y Pedro optó por alquilar sus camiones a otra empresa que le estafó y le dejó pagarés millonarios sin abonar.
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