Artículos - Opinión |
“La máxima aspiración del poder es la inmortalidad”, la frase es del filósofo Michel Foucault y sintetiza de algún modo toda una cosmovisión de las sociedades desde la antigüedad clásica, pasando por el medioevo y también la modernidad y los tiempos contemporáneos.
La obsesión por la monumentalidad es plasmada en imágenes y símbolos a los cabecillas de campañas de conquistas, arcos de triunfo, estatuas, monedas, etc. Son sólo algunas de estas expresiones. Lo que ninguno de estos elementos muestra, y en todo caso ocultan, es el sufrimiento de pueblos enteros devastados, de mujeres y hombres de carne y hueso ignorados, humillados y ofendidos.
Como afirma Camillo Berneri en su análisis de las campañas alejandrinas, cesáreas y napoleónicas, los que son presentados por sus escribas como héroes son los grandes asesinos de la historia.
La violencia simbólica, como afirma Pierre Bourdieu, toma corporeidad en las sedes gubernamentales para que los subordinados perciban la omnipotencia y la omnipresencia.
El gesto de los césares en pleno circo alzando o bajando el pulgar, la exhibición u ocultamiento de emperadores o reyes, los rituales y ceremonias religiosos o laicos, la instauración de calendarios y conmemoraciones reuniendo multitudes. En efecto, es siempre conveniente volver a la lectura de El ensayo sobre la servidumbre voluntaria, de Ettiénne De La Boettie, para procurar comprender cómo se van configurando en cada etapa histórica las pirámides del poder, los séquitos de servidores, jefes de protocolos y propagandistas.
La obsesión por la monumentalidad es plasmada en imágenes y símbolos a los cabecillas de campañas de conquistas, arcos de triunfo, estatuas, monedas, etc. Son sólo algunas de estas expresiones. Lo que ninguno de estos elementos muestra, y en todo caso ocultan, es el sufrimiento de pueblos enteros devastados, de mujeres y hombres de carne y hueso ignorados, humillados y ofendidos.
Como afirma Camillo Berneri en su análisis de las campañas alejandrinas, cesáreas y napoleónicas, los que son presentados por sus escribas como héroes son los grandes asesinos de la historia.
La violencia simbólica, como afirma Pierre Bourdieu, toma corporeidad en las sedes gubernamentales para que los subordinados perciban la omnipotencia y la omnipresencia.
El gesto de los césares en pleno circo alzando o bajando el pulgar, la exhibición u ocultamiento de emperadores o reyes, los rituales y ceremonias religiosos o laicos, la instauración de calendarios y conmemoraciones reuniendo multitudes. En efecto, es siempre conveniente volver a la lectura de El ensayo sobre la servidumbre voluntaria, de Ettiénne De La Boettie, para procurar comprender cómo se van configurando en cada etapa histórica las pirámides del poder, los séquitos de servidores, jefes de protocolos y propagandistas.
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